El CDN rescata La Pechuga de La Sardina, de Lauro Olmo

el cdn rescata la pechuga de la sardina de lauro olmo

En esta obra he procurado que la fuerza de las situaciones dramáticas surja de de los contrastes y que el ritmo de éstos, lento en los interiores o rápido en la calle según las exigencias del drama, vaya creando el gran personaje que condiciona todo lo demás. Ese personaje es el ambiente: un ambiente que adquiere un poder asfixiante, desvitalizador. Todo va conduciendo a unas patéticas campanadas finales.

No. La vida no puede caminar llevando en los tobillos unos prejuicios, unos pequeños seudodogmas que, como grilletes, le dificultan el devenir.

Lauro Olmo

 

25 de febrero a 29 de marzo de 2015

Sala Francisco Nieva (Teatro Valle-Inclán)

Horario: martes a sábado a las 19:00 horas y domingo a las 18:00 horas

Duración: 1 hora y 30 minutos (aprox.)

REPARTO (por orden alfabético)

Manuel Brun, Marta Calvó, Jesús Cisneros, Víctor Elías, María Garralón, Nuria Herrero, Marisol Membrillo, Cristina Palomo, Amparo Pamplona, Natalia Sánchez, Juan Carlos Talavera, Alejandra Torray.

El Centro Dramático Nacional ha rescatado este texto y le ha procurado un generoso homenaje a su autor con la programación, del 25 de febrero al 29 de marzo en el Valle-Inclán, de una versión adaptada y dirigida por Manuel Canseco. En el elenco, 12 actores que se apiñan en una escenografía de Paloma Canseco, en la sala Francisco Nieva (efectivamente, en la sala pequeña) del teatro, donde se representa el micromundo de una pensión.

 

La obra se desarrolla en el ambiente de miseria resignada de la España de postguerra, en la pensión de Juana (María Garralon), una mujer que ha debido hacer frente a una vida complicada, tras separarse de un marido alcohólico (“tenía que casarme y me cayó un hombre encima”, dice su personaje). Las desafortunadas existencias de los huéspedes, casi todas ellas mujeres, son expuestas a lo largo de la obra: Concha (Natalia Sánchez), joven embarazada y deprimida; Soledad (Alejandra Torray), aún soltera pese a que su juventud va marchitándose; Doña Elena (Amparo Pamplona), la vieja amargada y cotilla que todo lo juzga y lo condena; Cándida (Nuria Herrero), el único personaje feliz de toda la obra porque es analfabeta y tiene un sentido más naif de la vida, y Paloma (Cristina Palomo), la mujer luchadora, estudiante en un mundo de hombres, por cuya boca dice Lauro Olmo todas las verdades que en 1963 nadie estaba preparado para escuchar.

 

Una corrala en el teatro

 

La sala Francisco Nieva se ha configurado con un graderío que rodea la escena. Los actores se mueven en las distintas “habitaciones” de la pensión mientras el espectador es desde arriba testigo de todo; como un ejército de fisgones en una corrala. Cuando el actor sale de la escena es porque va a hacer algo (cambio de vestuario o una entrada por otro sitio). Si no, permanece en su habitación haciendo algo, para que el espectador “pueda elegir qué función quiere ver”, explica Natalia Sánchez.

 

“La pechuga de la sardina” es una obra eminentemente femenina. De hecho, los hombres no tienen nombre: son Borracho (Juan Carlos Talavera), Hombre A (Jesús Cisneros), Hombre B (Manuel Brun) y Vendedor de Periódicos (Víctor Elías), pero su omnipresencia es absoluta; están en todas las conversaciones, “todo pasa por ellos”, explica el director.

 

“La función es una foto nuestra, donde los colores están un poco desvaídos pero no llegan todavía al sepia”, explica Manuel Canseco. Para él, el motivo del fracaso de esta obra en su día es el mismo por el que espera que sea un éxito: “Habla de cosas de las que hoy hablamos más abiertamente como sociedad, como el maltrato femenino, que es el leitmotiv de la función, la ilusión del primer amor, la desesperanza de la soltería no deseada, la preocupación por la belleza que se marchita, la omnipresencia moral de la Iglesia… No hacía falta actualizar la obra, porque todo esto está dentro del alma humana”.

 

“Hay cierta voluntad redentora por parte del autor”, prosigue el director. “Estas mujeres no huyen, se quedan. Como dice Paloma, a través de la que habla el propio Lauro: “Hay que quedarse, salvar a todos, incluido al represor”.

 

“La pechuga de la sardina” es, pues, una metáfora de la resistencia, como la que Olmo protagonizó en el Barrio de Pozas (actual eje Argüelles-Princesa). “Cuando El Corte Inglés compró toda aquella manzana -explica María Garralón-, él se negó a abandonar su hogar y se quedó allí solo, con sus pancartas asomando por la ventana”. La actriz le conoció siendo una niña como el escritor que se negó a salir corriendo. “Puso una bandera de España en la puerta de su casa, a ver si el Régimen, que prohibía pisarla, era capaz de pasar por encima para echarle de su casa”.