Inmunidad diplomática. Comentario crítico. Red de mentiras.

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Inmunidad diplomática. Teatro Fernando Fernán-Gómez.

Autor y Director: Alberto Herreros.

Intérpretes: Sergio Otegui, Ángela Cremonte, Sonia Almarcha, Rodrigo Poisón, Tábata cerezo, Teresa Jiménez, Alejandro Casaseca y Arancha Martí.

RED DE MENTIRAS.

El texto escrito por Alberto Herreros, dibuja una red, un entramado de perfiles femeninos, atrapados psicológicamente, físicamente, socialmente… (criticando el sexismo en todas sus dimensiones, tal y como retrató en su momento Simone de Beauvoir)

de igual modo, encontramos otro entramado, otra red unida, a su vez, a la anterior, formada por los perfiles de varios agentes diplomáticos en la actualidad.

Estas dos redes, perfectamente coexionadas, dependen de unas reglas de poder que rigen un sistema opaco, corrupto, que cojea debido a su debilidad, a la misma corrupción que alimenta la trampa que asfixia cada uno de los perfiles de unos personajes que justifican sus pecados en los pecados de sus superiores.

Herreros no nos da tregua; desde el primer minuto nos conduce hacia el meollo; quizá eso nos lleve a juzgar erróneamente a algún personaje que resulta ser distinto y que se mueve también, por otros fines; si bien, ello no es óbice para que el thriller y la tensión se apodere del espectador. El autor tampoco nos da pistas. Es la obra, son las palabras, los actos de los personajes los que nos irán desvelando quiénes son, porqué son como son, porqué actúan de un modo y no de otro. Eso puede confundirnos y hacer que observemos la obra en su conjunto, como algo demasiado enmarañado. Tampoco llego a comprender la esencia de Gonzalo (agente psicológicamente inestable que comienza a dar sentido a la vida de su vecina, mientras encuentra, a duras penas, el sentido de la suya)

El final nos sobrecoge. No se imparte justicia, no se es mejor ni más justo señalando única y exclusivamente los fallos, los errores, los delitos… Ajenos.

Todos somos miembros de este sistema y, por tanto, todos contribuimos a su putrefacción. Unos más que otros, por supuesto. Pero si en la cadena de mando hay dos cabezas. Las dos han de amputarse para que, así, otro cerebro más cuerdo pueda impartir nuevas órdenes al resto del cuerpo.

Notable apuesta teatral. Perfectamente interpretada. Si bien, un poquito de claridad en su planteamiento sería de agradecer.