El gran actor y director teatral, que falleció este viernes a los 84 años, se había despedido de las tablas en 2013, conEntre Marta y Lope, una obra coprotagonizada junto a Montse Díez, coescrita con Santiago Miralles y dirigida por él mismo, en la que recreaba uno de los últimos episodios de la tortuosa vida de Lope de Vega. Pero llevaba dedicado a su principal pasión desde que, a mediados de los años 50, se matriculó en interpretación en lo que hoy se conoce como la Escuela Oficial de Cine. Gerardo Malla brilló en todas las facetas de la profesión. Era un gigante.
Nacido en Buendía (Cuenca) en 1936, Malla se fogueó como actor en el Teatro Universitario de la Facultad de Filosofía y Letras, antes de profesionalizarse ingresando en el Teatro Español en 1959. Participó en montajes de diversas compañías, como la de Adolfo Marsillach, participando en montajes como A puerta cerrada (1967), de Sartre, o el de la polémica Marat-Sade (1968), cuyas representaciones fueron sonadas por algún tumulto en contra del régimen franquista. Gracias a la compañía de Núria Espert, conoció a la ya fallecida actriz valenciana Amparo Valle -muy popular por la serie La que se avecina-, con la que tuvo dos hijos: el saxofonista Miguel y Coque Malla, que saltó a la fama al frente de la banda Los Ronaldos en los 80.
En los años de la movida, Gerardo Malla ya había fundado su propia compañía, y alternaba la actuación con la interpretación, combinando a menudo ambas facetas. Como director, obtuvo grandes éxitos con Bajarse al moro (1985), obra de José Luis Alonso de Santos luego llevada al cine por Fernando Colomo; Las galas del difunto (1987), de su adorado Valle-Inclán, o con el reestreno de La taberna fantástica en 2008, que él mismo había llevado a escena con mucha menos repercusión en los 80.
En 1988, cofundó junto a otras personalidades Pentación Espectáculos, que sigue siendo una de las productoras más importantes del panorama patrio, aunque luego se desvinculó para levantar Gárgola Teatro. En el marco de Pentación, dirigió entre otras El pícaro, aventuras y desventuras de Lucas Maraña (1992), de Fernando Fernán-Gómez, o Dígaselo con valium(1993), de José Luis Alonso de Santos, además de debutar como autor teatral con El derribo (1997), un homenaje al propio teatro, visto como un arte en peligro de extinción. En esa etapa también dirigió para la Compañía Nacional de Teatro Clásico El desdén, con el desdén (1991), de Agustín Moreto.
Los más jóvenes telespectadores lo recordarán por sus recientes intervenciones en series como La Catedral del Mar (2018) y El Ministerio del Tiempo (2017), aunque Malla llevaba vinculado a la pequeña pantalla desde aquellos programas de TVE dedicados a la representación teatral como Ficciones o Estudio 1.
Entre una cosa y la otra, también estuvo Brigada Central y en la mini serie Goya. Aunque más discretamente, también contribuyó al cine, desde películas en las que secundó a Núria Espert como Biotaxia (1968) o El certificado(1970) a Dispongo de barcos (2010), de Juan Cavestany. Le recordamos especialmente como el padre de Javier Gutiérrez y Santiago Segura en El asombroso mundo de Borjmari y Pocholo (2004). Enrique López-Lavigne, codirector de la misma, lo recuerda así: “Gerardo fue el padre de Borjamari y Pocholo, pero también el de Cavestany, codirector, y yo mismo durante el rodaje. En realidad, insufló cada día dignidad y amor por lo que más respetaba: la actuación”.