CASA DE MUÑECAS. Teatros del Canal.
Autor: Henrik Ibsen.
Director y adaptador: Ximo Flores.
Intérpretes: Rebeca Valls, Teresa Crespo, Jerónimo Cornelles y Manolo Puchades, entre otros.
NORA ACTUALIZADA.
“Casa de muñecas” es, quizás, la primera pieza teatral feminista. Nora es el primer personaje femenino que despierta de su letargo, de su sumisión envuelta en los brazos a veces protectores y a veces asfixiantes, de sus tutores masculinos.
Nora despierta y sale de ese círculo, dando un portazo. Sonoro, potente, indignado, harto.
La Nora imaginada por Ximo Flores es diferente. Vive bajo un prisma más actual, más irreverente, más gamberro, incluso.
El salón de esa casa, está presidido por un acuario enorme, en el que nadan dos peces. Uno más pequeño y otro de mayor tamaño. El segundo sigue en todo momento al primero. Creo que es la imagen metafórica de un matrimonio lleno de hastío y falto de oxígeno.
Su marido es un ser insustancial; un ser casi ridiculizado que adopta, en esta propuesta, un tono cursi y repelente al hablar, que puede llegar con suma facilidad al desagrado.
Rebeca Valls, Nora, tal vez por tratarse del día del estreno (26 de noviembre), está demasiado excitada, histérica por momentos, hiperactiva siempre. Habla demasiado deprisa, cambia de actitud con demasiada premura; en ocasiones, no llegamos a entender parte de su parlamento.
Hay algo que resulta innecesario por explícito, y se trata de todo lo que esa mujer ha llegado a hacer por la vida de su marido sin que él lo sepa. Ibsen lo omite, puede darlo a entender, puede sugerirlo, pero no lo lleva a ese extremo, quizá guarda la dignidad de la mujer en una situación desesperada. Ximo Flores no lo hace y resta elegancia a Nora e incluso a toda la función. Es de mal gusto, por innecesario.
El disfraz y el baile de Nora tampoco llega a encajar en su totalidad en una función que se reconduce en el monólogo-diálogo final de una mujer desencantada y que por fin se ha hecho adulta, que por fin ha dejado de ser una muñeca, un títere en manos de un hombre débil, masculinamente débil, que no duda en suicidarse cuando su muñeca cobra vida y se va… Despacio, tranquila y con la cabeza alta.
No es culpa de los actores, el hecho de que esta “Casa de muñecas” no llegue a convencer, no consiga abrirnos sus puertas y hacer de sus paredes un lugar cálido… Es esa actualización, esa vuelta de tuerca la que convierte este título, a mis ojos, en algo frío y deslabazado. La que desfigura, a mis ojos, a un personaje delicado, elegante y lleno de clase… Hasta cuando da el portazo.