Esta historia se podría llamar cuatro locos y un teatro. O cuatro aventureros y un teatro. Aunque el título más redondo sería cuatro kamikazes y un teatro. Son tres de los calificativos que más utilizan Miguel del Arco e Israel Elejalde para explicar el sueño que supone tener un teatro -una casa- que ya acarician con los dedos y que en septiembre se hará realidad. Tras la salida hace un año de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, el Teatro Pavón buscaba nuevo inquilino y Del Arco, Elejalde, Aitor Tejada y Jordi Buxó, es decir Kamikazes Producciones, van a ser sus nuevos inquilinos los próximos cinco años.
El 8 de septiembre abrirá sus puertas El Pavón Teatro Kamikaze, aunque desde una semana antes comenzarán las primeras funciones previas. ‘Idiota‘, de Jordi Casanovas, protagonizada por Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert, será la primera gran dirección de Elejalde y la obra encargada de inaugurar el nuevo teatro. “Casanovas es un autor con un olfato apabullante para lo teatral”, describe Elejalde. Esta obra, que llega a Madrid tras el éxito cosechado en Barcelona, cabalga entre la comedia y el thriller. Pero El Pavón Teatro Kamikaze quiere convertirse también en un teatro de repertorio al estilo alemán y, por eso, se podrán ver de forma habitual los exitosos montajes dirigidos por Del Arco.
Junto a ‘Idiota’ abrirá la temporada ‘La función por hacer‘, la obra que salió del hall del Teatro Lara y que encumbró a Kamikaze, que se podrá ver recuperando su espíritu original en el ambigú del teatro. Además, a partir de enero estarán en cartel ‘La clausura del amor‘ y ‘Juicio a una zorra’, a las que seguirán ‘Misántropo‘ y ‘Hamlet‘. En enero también se estrenará una nueva producción de Miguel del Arco y se están cerrando dos o tres representaciones para el primer trimestre de compañías invitadas.
“Este proyecto sale a nuestro encuentro de alguna manera. Ni nos lo habíamos planteado. Son esos sueños que tienes en la cabeza pero apartas porque no van a pasar nunca. Por la trayectoria que llevamos no había posibilidad ni remotamente. Cuando se marchó la CNTC, Jordi dijo: ¿y si preguntamos por cuánto sale el Pavónnbsp;Nos dio un ataque de la risa y mira…”, explica Del Arco a este periódico. “Nos lanzamos primero porque tenemos confianza en sacarlo adelante, sino no lo haríamos, y porque no deja de ser ese intento, en alguna parte temerario, de la búsqueda de un sueño”, añade Elejalde, que no es otro que gestionar un espacio y “tener una casa donde poder recibir a la gente que admiramos y recibir al público”. “El teatro se hace por pasión, después hay que hacer números para que esa pasión no sea un desastre pero siempre tiene que ver con la búsqueda de un sueño y cualquier compañía tendría el sueño de tener su propio teatro”.
Del Arco afirma que en la génesis de este proyecto está ese espíritu inconsciente que dio forma a ‘La función por hacer’. Ese salto a la piscina para hacer algo en lo que creen y les gusta con el objetivo de que salga bien, con cabeza pero, como todo en este mundo de la cultura, sin garantías. “Esa filosofía se quedó como una obra interna entre nosotros. Y aquí estamos. Hemos pasado del hall del Lara a aquí en apenas siete años”. Aunque reconoce que todavía le sigue imponiendo eso de tener un teatro. “Todavía me crea una zozobra cuando lo digo”, admite entre risas. “Siento felicidad pero a la vez me cago vivo, aunque hay más excitación que miedo. Vamos a por ello y si en enero no va nadie, diremos que hemos fracasado y nos iremos con la inteligencia de no hipotecarnos la vida. No sé cuántas veces vamos a tener la oportunidad de tener un teatro como este Madrid, así que o te lanzas o no hay nada que hacer”, añade.
“Jordi habla mucho de aunar lo mejor del teatro público y el privado. Para mí eso es una meta importante. Tenemos que ser efectivos en taquilla, pero dentro de una apuesta que tiene que ver con una línea editorial que ya hemos dejado claro en los títulos que hemos representado y en nuestro recorrido”, señala Del Arco. Porque en el fondo “se trata de hacer un teatro sostenible y, además, dar cabida a la gente con la que queremos trabajar. Yo siempre sueño con decirle a la gente que admiro, vente para acá y trabaja con la misma tranquilidad con la que trabajamos en Kamikaze”.
Por eso, El Pavón Teatro Kamikaze será un fiel reflejo de sus gestores. Tendrá unamultiprogramación en la que prime la calidad de los espectáculos y que aunará, junto a los montajes de terceros, su faceta de productora (‘La clausura del amor’, ‘La isla púrpura’ o el Teatro de la Ciudad) y su repertorio, porque Kamikaze ha conseguido algo muy difícil hoy en el mundo del teatro español como es que sus producciones, además de llenar antes si quiera del estreno, sigan vivas y de gira. Eso, además, será un excelente reclamo para los centenares de espectadores que no han podido ver sus obras porque las entradas literlamente vuelan con meses de antelación. “Esa continuidad en el espacio y el tiempo es fabulosa para fidelizar a la compañía, a la par que da una cierta tranquilidad porque la gente sabe que vamos a estar ahí y también sirve para incorporar nuevos públicos”, resume.
La actividad del teatro no quedará únicamente en su sala principal y el ambigú y en las representaciones. Tienen en mente abrir más espacios, como las azoteas, dentro de este teatro modernista enclavado en Lavapiés o activar el bar interior del teatro. Además, los cuatros tienen claro que quieren potenciar la investigación teatral, el gran ADN de sus espectáculos. “El teatro necesita una casa. Un lugar donde sentarte y hacer un taller o una charla. Los espacios públicos están sujetos a los horarios de las instituciones pero son poco flexibles y eso va en contra de la propia naturaleza del teatro”, opina Del Arco. En ese sentido, El Pavón Teatro Kamikaze acogerá en charlas, conferencias, cursos de profesionales con directores como Pascal Rambert, Carlota Ferrer, Alfredo Sanzol, Del Arco o Elejalde (también estarán abiertos al público), encuentros tras las funciones e incluso se podrá ir a ver los ensayos de las obras porque, como afirma Elejalde, quieren que el teatro no solo sea un producto de consumo.
“La idea es que el público tenga una relación con el teatro más allá de sentarse en la butaca y disfrutar. Queremos que sienta que el teatro le pertenece más allá de un acto de consumo. La idea es fidelizar al público con el teatro, no con el producto y que sienta el teatro como suyo”, explica Elejalde. Y no hay mejor manera para que sientan y vivan el teatro, para convertir al público en kamikazes, que lo vivan desde dentro junto a ellos. En esta línea, van a sacar una tarjeta de socio (120 euros anuales) que incluirá descuentos del 20% en las entradas así como acceso y ventajas en las actividades.