Emma nació en Barcelona en 1946, en una familia bien con la que rompió muy joven. En París vivió el Mayo del 68, en Barcelona el ambiente de la gauche diviney en Madrid el mundo de las noches y tertulias del Café Gijón, el Oliver o Bocaccio, donde su belleza y su gracia surrealista arrasaban. Siempre fue rebelde, ácrata, inteligente, chispeante y muy inquieta, incapaz de ser sólo actriz.
Muchos la descubrieron como la novia de Edmundo Dantés en El conde de Montecristo (1969), la serie de TVE. Interpretó todo tipo de cine pero, desde el principio, se convirtió en musa de los más raros, audaces, rojos, vanguardistas y libertarios. Como actriz, su década dorada fue la de los setenta. A lo largo de su carrera fue dirigida por cineastas como Antonio Maenza, Jorge Grau, Javier Aguirre, Roberto Bodegas, Eloy de la Iglesia, Mariano Ozores, Fernando Colomo, Juan Luis Buñuel, José Luis Garci, Imanol Uribe y José Luis García Sánchez o directores de teatro como Adolfo Marsillach. En los años ochenta interpretó su personaje más célebre, el de la gallina Caponata de Barrio Sésamo, pero muy pocos conocían la identidad de la actriz.
En 1970, durante el rodaje de la película de Javier AguirrePierna creciente, falda menguante se encontró conFernando Fernán-Gómez, el hombre de su vida. Fernán-Gómez la dirigió en las series El pícaro —coescrita por ella y Pedro Beltrán— y en Juan Soldado, y en las películasMambrú se fue a la guerra (1986), El viaje a ninguna parte (1986) y El mar y el tiempo (1989). Su última aparición en el cine también fue con él, en El abuelo (1998) de José Luis Garci.
Publicó su primera novela, Toda la casa era una ventana, en 1983, en la época en la que comenzó a reducir su presencia como actriz. Luego escribió libros comoMuerte dulce (1993), Loca magnolia (1996) o, en 2014, Magia amorosa para desesperadas y desesperados. Hace cinco veranos, en julio de 2011, en el 75º aniversario del estallido de la Guerra Civil, Emma cumplió un trabajo que le dio una alegría muy íntima: adaptar y dirigir para la Cadena SER una versión radiofónica de Las bicicletas son para el verano, una de las grandes obras del teatro español. Emma se recordaba en la misma mesa que Fernán-Gómez, escribiendo mientras él escribía aquella obra maestra.
Emma Cohen se escapó siempre, de todos los sitios, de todos los clichés. Se escapó de la alta burguesía de Barcelona a la que pertenecía; se escapó de la interpretación para volcarse en la literatura y en Fernando Fernán-Gómez; en una ocasión se escapó hasta del propio Fernán-Gómez y se fue con Juan Benet. Pero Fernán-Gómez le escribió una conmovedora carta de amor en Triunfo y Emma volvió a su lado.
Era un ser adorable, ante el que lo más fácil era caer rendido.