El eslavo Tomaz Pandur (Maribor, actual Eslovenia, 1963) siempre decía: “Soy de donde trabajo”. Y era de muchos sitios, porque llevaba varias décadas poniendo en pie sus espectáculos por medio mundo. De hecho, la muerte le sorprendió ayer en Skopie (Macedonia) ensayando lo que iba a ser su próximo montaje: una arriesgada y personal visión del shakespeariano
El rey Lear, para el Teatro Nacional de esa ciudad, cuya adaptación había abordado con su hermana Livia, con la que siempre trabajaba en estrecha colaboración y a la que el impacto dee sta muerte tan inesperada la impedía prácticamente hablar.
Pandur siempre decía que en su teatro había numerosas influencias. Podían ir desde el surrealismo a los libros tibetanos, de la mitología griega a Artaud, pero hasta el final, hasta ayer, mantuvo que su mayor y permanente influencia había sido la pérdida de su país. Aunque en el origen de este fenómeno escénico que fue Pandur está un adolescente que, con 16 años y una pasión por el arte, por el Renacimiento italiano y por el manierismo del siglo XVI, no paraba de montar textos europeos expresionistas, tragedias clásicas y obras de Kafka en sótanos y desvanes.
En su permanente viajar, uno de los países que más le atrajo fue España, donde trabajó en numerosas ocasiones y donde contaba con una actriz fetiche: Blanca Portillo. “¡Qué vamos a hacer sin él!”, comentó profundamente impresionada la actriz y directora al enterarse de la muerte de quien tanto la marcó profesionalmente a partir de Barroco, una personal adaptación de Las amistades peligrosas.
Dirigió por primera vez una producción española invitado en 2005 por el Centro Dramático Nacional (CDN). Se sabía de él que la crítica europea y americana no paraba de aclamarle como impulsor de un nuevo lenguaje teatral.
Fue cuando puso en pie su turbadora visión del dantesco Infierno con la que ya impactara en otros países al abordar Divina Comedia. El espectáculo, en versión española de Luis García Montero, supuso una inmersión a modo de viaje iniciático que Pandur hizo a lo más recóndito del ser humano. Allí contó, entre otros intérpretes, con Charo López, Asier Etxeandia y Roberto Enríquez.
Montajes en España
Antes, llegó a España a los 25 años como director de uno de los montajes que mejores críticas ha tenido en la historia del Festival de Otoño de Madrid: Sheherezada, una adaptación de Las mil y una noches. Por aquella época vivía en Nueva York y al mismo tiempo en Hamburgo (Alemania) y en Ljubljana (Eslovenia), donde recalaba mucho últimamente, al frente de su compañía internacional Company Pandur-Theaters.
Su último trabajo en España también fue con el CDN hace dos años: Fausto, que acababa de llevar al Festival de Teatro de Bogotá con una compañía eslovena.
En España puso en pie Medea, La caída de los dioses, Hamlet y Alas (con la Compañía Nacional de Danza y Nacho Duato), con actores como Fernando Cayo, Víctor Clavijo, Manuel de Blas, Emilio Gavira, Félix Gómez, Alberto Jiménez, Chema León, Nur Levi, Santi Marín, Pablo Rivero, Susi Sánchez, Julieta Serrano, Hugo Silva, Ana Wagener y Chema León, entre otros.
Antes, mientras y después fueron muchos los montajes de teatro, ópera y ballet, por medio mundo. Pasó rozando el mundo del cine y recibió numerosos premios internacionales.